domingo, 4 de diciembre de 2011

Entiéndalo, señor presidente

Su sonrisa de plástico
no tapaba la cruz sobre el ataúd
de la historia que no acariciará.
Le dieron la espalda.
El rostro de la muerte llena las almohadas.
Los bufones de los reyes sin trono
jamás conseguirán respeto.
Entiéndalo, señor presidente.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Yo también quiero abuchearme

Si he corrido al vestuario, todavía sudando.
Si me he quitado los guantes a mordiscos.
Si me he vestido sin ducharme.
Si me he cubierto la cabeza con la capucha gris.
Si me puesto las gafas de sol en la oscuridad.
Si le he dicho a mi mujer que me esperase allí,
que volvería después, que no me siguiera.
Si mi entrenador no sabe dónde estoy ni
por qué no dejo que me curen
esta brecha.
Si no he firmado el acta de la pelea,
ni he recogido el cheque.
Si no quiero que nadie
sepa que soy yo el que atraviesa el túnel
hacia la luz con la espalda pegada a la pared.
Si quiero estar entre la multitud
que chilla mientras levanta los brazos
y se niega a marcharse del estadio
es sólo porque yo también
quiero salir a abuchearme.

domingo, 30 de octubre de 2011

Merece la pena

Sólo por el segundo
en el que mi brazo se
alza sostenido
sobre las cabezas
y el foco me apunta
y me escuecen los ojos
mientras el cuerpo
se enfría
y noto que el dolor
se acerca
merece la pena.

viernes, 13 de mayo de 2011

Puedo empezar de nuevo

Se pulió
veinte noches
de victoria
en dos semanas
por el mundo,
más mujeres que comidas
y un avión con la vuelta
pagada de antemano.
Regalaba las botellas
de champán
a todos los que le pedían
un autógrafo,
aunque no supieran bien
su nombre,
si era un héroe,
un jugador en horas altas
o un millonario desquiciado.
No le importó.
Con cada beso
que compró
se vengaba,
contó después,
de aquellas veinte noches
en las que se jugaba el tipo mientras
su mujer lo engañaba.
Y ahora que ya lo he perdido todo,
anunció en París,
la última madrugada,
soltándose del brazo de dos putas,
puedo volver y empezar de nuevo.
Ya no tengo nada
que pueda venir a pedirme su abogado.

lunes, 21 de marzo de 2011

Cuando deje de tocar la orquesta

No seré yo quien descubra el sexo
de los ángeles ni de estos pollos
que devoras sin cabeza. Escollos
que conviertes en pretextos.

No seré yo quien te diga que te quiere
cada vez que se funde la bombilla
de la idea tonta que no tiene.
Arañazos de más en las rodillas.

No seré yo quien baile con la fea
si aparezco sin pareja en la fiesta.
Murió hace años Dulcinea

y los molinos no fueron gigantes.
Prometo salir de aquí no antes
de que deje de tocar la orquesta.

domingo, 13 de marzo de 2011

Uno de los dos será cristal

Soy yo del revés
el mismo que mira en el reflejo.
He ganado peso. Lo dijo la báscula.
Lo veo por encima del calzón.
Y el flequillo con la raya contraria.
Cazo el aire y me devuelvo el golpe.
Detrás, sombra de ladrilllos
y una tubería al descubierto,
junto a la camilla,
por encima de mis zapatos limpios
y mis pantalones doblados.
Soy yo girado
el que me mira con las venas
huyendo por el cuello.
Las cejas levantadas.
Los dientes apretados.
El mismo que mueve los pies y
cuenta las pedaladas en el cristal.
Soy yo quien suda más allá,
los hombros caídos
los ojos entrecerrados,
los puños abiertos aún.
Me miro y no me veo.
He perdido rapidez.
Lo sé. Si agito las manos a la altura
del pecho
puedo contar los jabs.
Antes no.
Al otro lado soy yo quien observa
tras un giro de 180 grados
con los párpados cambiados
y la cicatriz al otro lado.
Soy yo quien sabe,
desde este rincón,
que cuando lleguen los golpes
uno de los dos será cristal.
Pero no sé cuál.

martes, 1 de marzo de 2011

Que parecía más joven

Se afeitó por la mañana
tras la carrera de cinco kilómetros en el parque
y la primera ducha,
pensando que el día sería bueno,
que hacía sol fuera
y que todo iría fabuloso.
Que nadie podría venir
a estropear lo que Dios había
dibujado con tanta calma
la noche anterior.
Se vistió después
cuidando no hacer arrugas
en la camisa blanca,
jugando a retorcer la corbata
a la altura de la nuez,
perfeccionista con el nudo,
como siempre.
Feliz porque su cuerpo
lanzaba impulsos rápidos,
mensajes de que se encuentra bien
y dispuesto para lo que venga otros
cuantos años más.
Y se peinó al final,
el pelo tan recio,
tan imposible,
humedeciéndose los dedos,
con un leve masaje de la piel.
Satisfecho porque a pesar de le edad
no había destellos blancos aún
y así, en el espejo, podía
ver que llevaban razón todos cuando
decían que parecía más joven.

martes, 22 de febrero de 2011

¡Quieto todo el mundo!

Se afila el rosario y el bigote,
se calza los gayumbos de campaña,
repite cuatro veces: ¡por España!,
presume de prestancia y de cojones.

En el país de Tejero, don Antonio,
nueve milímetros es más que 30 años,
los lobos se meriendan los rebaños,
las vacas flacas embisten con tricornio.

Un veintitrés, ochenta y uno, de febrero,
desenfunda su revólver de vaquero,
y cien guardias, becarios de armería,

peinan a tiros a sus señorías,
que se orinan los trajes, las teorías,
cuando con voz gangosa ordena: "¡Al suelo!".

domingo, 20 de febrero de 2011

Hay riesgo de desprendimiento

Por qué me miras así,
con tus calcetines verdes y tu bata roja.
Siempre por encima del hombro,
diciendo más de lo que callas.
Sabes que no me gusta. Pero esta vez prefiero no discutir.
Sólo deja de mirarme así.
Cuando conduzco sabes que no me gusta.
Me inquieta. No sé qué hacer con las manos.
Ninguno de los dos quiere que las suelte del volante.
Está la carretera mal.
En cualquier esquina se cruza un cometa sin intermitente.
Ya conoces esta ruta. Luego te asustas.
Y te enfadas cuando doy un frenazo y el cinturón
te aprieta el pecho.
Pero en lugar de dejarme mirar sólo hacia delante
te quedas ahí, observándome fijamente, pensando algo que no me quieres decir,
como diciendo si ya lo sabía yo.
Si te quieres ir vete. A estas alturas no me sorprende.
Ya nos conocemos. Pero dejemos de jugar.
Sólo dímelo y pararé en la próxima estación y podrás volver o seguir.
O hacer lo que quieras.
Pero no me mires así. Otra vez igual.
Aprovechas los viajes para mirarme y pensar que tu madre
lleva razón y que te equivocas, hija, con un tipo como ése. Déjalo.
Te subes los calcetines verdes y apoyas las plantas en el asiento,
con las rodillas dobladas y los brazos abrazándolas.
Y todo sin dejar de mirarme.
Sabes que me molesta y por eso lo haces.
Tú veras, esta carretera no está para andarse con tonterías.
Ya has visto cómo ha salido aquel sin avisar
del cruce. ¿No has visto la señal?
Hay riesgo de desprendimiento de meteoritos.
por el viento de las lunas de Orión.

martes, 8 de febrero de 2011

Ya te habrás ido...

Para cuando quiera creer que esta rutina
es lo que al final nos queda,
que no está tan mal, que sólo necesito conocerla,
medirle los tiempos, encontrarle las esquinas,
saber cómo deshacerla
sin llegar a romperla, me temo que será tarde.
Cuando no quiera huir de todo y todos,
dejar atrás tanto cariño doméstico
para volver a buscar en lo espontáneo,
en ese sexo algo furtivo,
en la pasión sin despertadores,
ya no podré.
Cuando me diga
que esto, razonablemente feliz,
es lo que anhelan todos los que están al otro lado,
que un abrazo siempre ahí dispuesto
puede abrigar más que otro beso soñado,
que la vida, lo siento, es más aquí que allá,
entonces no importará, eso seguro.
Para cuando despierte, y me maldiga,
y me equivoque por haberme equivocado,
cuando me muerda la lengua,
cuando la casa vacía
esté de verdad vacía,
cuando la nueva rutina
sea lo que al final me quede,
de nada servirá.
Ya te habrás ido.

viernes, 4 de febrero de 2011

Eso no es divagar

Hablo de más. No me dejes hacerlo.
Se me suelta la lengua y ahí ando lanzado
y de repente me doy cuenta.
Pero entonces me señalas y delante de todos me dices: divagas.
Si puedes evitarlo no me dejes. Sabes que tengo propensión
a creerme lo que digo, aversión a los silencios.
Son incómodos.
Alrededor de esa mesa, todos mirándonos, como si jugásemos a la ruleta rusa
y nadie quisiera reconocer que es su turno.
No soporto esas situaciones. Ya me conoces.
Prefiero lanzarme y contarlo.
No sé pararme después.
Aquella película, él con su sombrero calado, la gabardina abierta,
sólo abotonado el botón intermedio de la americana,
los bajos del pantalón húmedos, los zapatos mojados,
la sonrisa torcida. Vale, es una mueca, no una sonrisa.
Y el pitillo colgando, encendido, el humo en los ojos.
A él no le molesta. Ya sabes que película te digo.
Yo quiero ser él. Eso no es divagar. Pensar en voz alta, tal vez.

jueves, 27 de enero de 2011

Está siendo un viaje muy largo

Lo primero que haré cuando lleguemos será descalzarme y meter los pies en el agua.
Esa sensación.
No sé cómo hemos podido vivir tanto tiempo en un planeta sin mar.
Después los enterraré en el barro.
Y moveré los pulgares, poco a poco, apenas vibraciones,
para cuartear la arena apelmazada.
Hasta que asomen como lombrices rebozadas.
Los volveré a tapar y lo repetiré.
Eso haré, sí.
Meter los pies en el agua. Aunque esté fría.
Llevo mucho tiempo esperando este momento.
Creo que incluso he soñado con ello.
Llegar, sí, y salir de aquí y desnudarme a la carrera
para sentir las olas. Entonces sabré que hemos llegado.
Después me tomaré un gintonic en ese sitio fabuloso
en el que estuvimos aquella vez.
Ya sabes, aquel al fondo, con aquello que brillaba.
Y esa música, ¿recuerdas?
Y luego creo que dormiré. Y ya está.
Está siendo un viaje muy largo.

sábado, 22 de enero de 2011

Así que no insistiré

Así que no insistiré. Nada de emoción. Nada de puntos suspensivos.
Simplemente diré que no y ya está.
Así no podrás volver a preguntarme, así no dudaré,
así no dudarás.
No insistirás porque habré dicho que no y será un no muy rotundo,
de esos que se dicen cuando estás muy enfadado
o completamente seguro de algo y sin gana ninguna de discutirlo.
Un no que saldrá desde el estómago,
desde lo más profundo, y subirá por el esófago y en
la traquea cogerá forma
y las cuerdas vocales lo harán vibrar y la lengua lo empujará fuera
Como un disparo, como la campanada de un combate de boxeo.
No volverá a pasar. No perderé varios días dudando
y tú diciéndome venga, hazlo, venga, sabes que lo harás.
Esta vez no. Te lo aseguro.
La última vez que intenté hacerme el interesante sólo logré parecer despistado.

lunes, 17 de enero de 2011

Nunca he sabido hacer nada más útil

Por qué empezamos a hacerlo ya no importa.
Pregunta mejor por qué no lo dejamos.
Te diré que no he sabido,
nunca, hacer algo más útil.
Sólo aquí arriba soy quien soy.
Alguien.
Esas voces al fondo,
repitiendo mi nombre.
Allá abajo nadie grita
mi apellido.
Allá abajo soy el mismo
que se acuesta por las noches,
solo y en silencio,
cuando el mundo deja de moverse.

miércoles, 12 de enero de 2011

Octubres de abriles llenos

Su primavera me trajo tormentas
de flores al final de aquel otoño
cuando vivir trataba de las rentas
que me quedaban del último sueño.

Dispuesto estaba a soltar lastre,
empezar a aprender a olvidar
queriendo traje y vida cambiar
matando al mensajero y al sastre.

La primavera estaba en sus besos
suplicando a gritos silenciosos
que sus años de más fuesen ya menos

largos que el invierno de mis versos;
y que siguiésemos, como tramposos,
viviendo octubres de abriles llenos.

lunes, 10 de enero de 2011

Un amanecer sin nubes

Cuando llegó el momento de saludar al más allá
nos cogió borrachos esperando a que pasase la tormenta.
Hombres corpulentos abrazados suplicando a los dioses
el perdón de truenos que agrietan montañas a lo lejos.
Lo peor de aquellas guerras eran las madrugadas
sin tejado, la lluvia como mil puñales,
el temor cercado y trabajando.
Aquellos hombres podían pelear con las tripas colgando.
Pero las noches en las que el cielo se empeñaba en recordarnos
que todo se derrumbaba
teníamos tanto miedo
que no nos importaba si nos veían llorar.
Dormitábamos abrazados suplicando un amanecer sin nubes.
Aunque la guerra también despertase con nosotros.

sábado, 8 de enero de 2011

Cuando el cartero traiga

A vuelta de correo
irán los besos
que nunca compartí.

Cuando el cartero traiga
noticias para mí
sobre ti.

En un sobre cerrado
con sello franqueado
en otro país.

En una palabra
pudieron caber
entonces mil.

De aquello queda
un vago vaho
y este pobre infeliz.

miércoles, 5 de enero de 2011

Y entonces lloran (13 abril 2003)

Con la placidez del ácido surcando
viento en popa las venas del soldado
encarcelado y la verdad flotando.
Con la nostalgia de Arizona lejos,
lejos, lejos, al otro lado del camino
de baldosas amarillas que no pisa.
Con el recuerdo del olvido
del abrazo familiar,
de la bandera doblada pulcramente sobre
la última morada de madera.
Con el ruido de fondo de las salvas
y los generales destapados,
calvas al aire, sombrero marcial
en mano.
Golpean los tacones de sus botas
de zafarrancho de combate
y gritan:
“Quiero volver a casa, quiero volver a casa”.
Y ante un cuerpo sin brazos
olvidan cómo se rezaba.
Y entonces lloran.

lunes, 3 de enero de 2011

... y entonces golpeaba

Si tus pies huyen pídele a tus entrañas que no avancen.
Ella sabía hacerlo bien.
Tenías el asalto perdido,
una vez más,
pero lanzabas un último golpe al aire.
Ella sabía hacerlo bien.
Ganar por ganar, por intentarlo.
Por no perder esta vez.
Y daba ya igual por qué luchases.
Con precisión de forense
jubilado cortabas las palabras
a mitad de camino
buscando la velocidad,
el frenesí, cualquier cosa que
indicase aceleración,
cantidad y, con ello, razón.
Ella sabía hacerlo bien.
Te lanzabas cuando la cabeza
ya retrocedía
buscando ese chispazo,
la suerte inesperada,
un poco, sólo un poco de fortuna
para encontrar la palabra perfecta.
El argumento que sepulta
todas sus palabras.
Ella sabía hacerlo bien.
Esperaba con los brazos relajados
a que subieses los tuyos
tan nervioso, tan ausente,
tan poco controlado.
Y entonces golpeaba.