sábado, 29 de junio de 2013

Que ese hombre ya no existe


Le repito, señor, que no soy yo
ese hombre al que recuerda.
Que jamás me puse unos guantes.
Que nunca di aquel gancho que imita
usted en el aire
tras cambiarse el periódico de mano.
Le prometo, señor, que no soy
aquel a quien vio
aquella noche
hace quince años
esquivando el futuro.
Nunca me hubiera atrevido
a dedicarme a algo así.
Porque no tuve el valor
ni el cuerpo
ni la cabeza
para creerme que podría
ser el campeón que entonces
reclamaban los periódicos.
Créame, señor, que si me parezco
tanto es porque ese boxeador
del que habla es mi hermano,
que nos parecemos mucho, sí,
pero que no soy yo por mucho
que lo repita usted
y que jure ante su Biblia
que usted nunca olvida una cara
y que mucho menos olvidaría la mía,
que fui quien fui,
antes de que pasara todo aquello
y el público se olvidara de mí.
Todos menos usted.
Le agradezco, señor,
que se detenga,
que me lo diga,
y así se lo contaré a mi hermano.
Pero si me sigue pidiendo un autógrafo
en el periódico que ahora desenrolla
le advierto que pondré mi nombre,
y no aquel que reclama.
Sepa, señor, que ese
hombre ya no existe.

lunes, 24 de junio de 2013

Me había arrancado las palabras


Me quitó las palabras de la boca,
de un bocado, a bocajarro,
agarrándolas muy fuerte y tirando
sécamente de ellas para sacarlas
del fondo de mi estómago y llevarlas
allí donde no resuenan y no se escuchan.
Donde mueren congeladas en el aire
y nadie resulta herido.
Donde no existen.
Lo intenté otra vez
pero me había arrebatado
ya los sonidos y los motivos,
mi verdad, que no lo era,
o quizá sí, pero ahora apenas importa ya.
Y por mucho que moví los labios no logré convencerla
de que aquello iba bien,
de que saldría bien,
de que todo iría bien
de que estábamos haciendo el bien,
de que no se puede ser tan racional
porque al final las cosas duelen
y uno se despierta un día, tarde ya,
cuando los mapas de verdad son mapas
y se percata entonces
de que ha sido demasiado racional
y de que ya no hay nada que hacer.
O sí.
Estaba dispuesto a explicarlo
moviendo las manos en el aire,
quizá, incluso, haciendo un gráfico en aquel
posavasos bajo el gintonic,
si era necesario un dibujo
del campo de batalla.
Pero cuando abrí los ojos
para empezar a hablar
llegó, se adelantó y de una sacudida me quitó las palabras
antes de que lo fueran.
Cerré los ojos antes de mirarla por última vez.
La escuché, como un murmullo,
sin creerla pero asintiendo,
comprendiendo sin comprender.
Y olvidé que en el lugar de donde
me había arrancado aquellas palabras
aun me quedaban más.

martes, 18 de junio de 2013

Caminos diferentes


Aquí y ahora empieza,
creo, todo, otra vez.
Será lo mejor.
Asegurémonos que escogemos
caminos diferentes,
vidas separadas.
Dime por dónde marcharás tú
y yo por dónde iré yo,
para que el futuro no nos vuelva
a cruzar, allá, donde no pensábamos
encontrarnos otra vez.

Esta vez sí, me voy,
no sé dónde aún, pero lo haré.
Ya sabes.
Lo dije tantas veces
que una más
nadie me cree.
Pero ahora sí, aquí, ahora,
empieza,
creo,
todo. Otra vez.

Pero dime dónde estarás,
qué haces,
si te tratan bien quienes deben tratarte bien.
Si el futuro es un buen lugar.
Si el presente lo es ya.
Solo, asegurémonos,
sigamos caminos divergentes.
Yo me iré para allá.
Tú sigue hacia allí.
Para saber que mañana,
quizá,
ya sabes,
uno se puede equivocar de dirección,
nos volvamos a cruzar.

miércoles, 12 de junio de 2013

Aquella plaza. Tú. Ayer


Caminamos continente allá
hasta aquella plaza
donde la vida pasaba por delante
sin más planes, sin más afán que resistir,
sin más futuro que este ahora,
aquí. Que estas manos. Que este nosotros.
Que aquella ciudad entre dos mundos.
Nos miramos de nuevo
en ese idioma que empezaba ya a entender
pero que era incapaz de hablar
porque no quería
conocer las respuestas.
Y en cuestión de minutos
regresé atrás, sin saber evitarlo,
sin querer aferrarme con las uñas a este aquí,
al camino que transité antes,
cuando el invierno era invierno
y aquella canción sonaba
repetida, una y otra vez, otra y una vez.
Vuelvo ahora al mismo punto de salida.
Dos caminos pero solo una puerta abierta
a otro lugar. Cerraste la tuya.
La plaza amanece hoy vacía.
Desierta, como yo.
Y arrasada.