domingo, 28 de noviembre de 2010

La nota que dejaste

Lo peor fue la nota que dejaste
junto al teléfono de la mesilla.
Lo peor fue que no te olvidaste
de apuntarme todas las rencillas.

Lo peor, que te fuiste sin besarme,
dejándome el rencor momificado,
indefenso, obligado a callarme,
y a encajar el golpe que me has dado.

Lo peor, que no me lo esperaba,
que ha sido un jarro de agua fría,
que ayer en la cama ya lo pensabas.

Lo mejor fue, sí, mi querida mía,
que el mensaje que escribiste estaba
lleno de faltas de ortografía.

sábado, 27 de noviembre de 2010

En el espejo

En el espejo de mis calcetines rotos
queda el reflejo grabado
con punzón
de la última canción.
Ya no hay más que guardar.

Con el lazo deshecho
de la corbata que no quise vestir
até el hatillo con los objetos
que saqué de sus bolsillos.
Con eso tenía suficiente.

En apenas dos pulgadas
de la pernera de mi pantalón
descosí tres vidas y el borrón
del vino que cayó desde su vaso.
La sombra del maniquí se apagó.

Cuando me puse por fin el chaleco
no tenía mechero
para darle fuego al viajero
que se acercó a preguntar
por un hotel barato.
La realidad sigue siendo dulce, cariño.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Dulce Jean

Decía Lou que Jane era dulce. Nunca la vio recién levantada, supongo.
Temblaban las paredes. Pisó el acelerador a fondo y todo retumbó.
Como la cafetera pitando. Ay, bien, café recién hecho.
Tantas millas para acabar allí haciendo escala.
Entre ella y yo.
Callados. Hemos gastado la conversación.
¿Lo ves? Te dije que debíamos racionarla.
¿Sobre qué discutiremos ahora el resto del viaje?

No pienso volver a parar. Sabes que no me gusta.
Debemos seguir la línea roja. Así.
No llames a casa.
Si juntas las puntas de aquellas seis estrellas,
puedes dibujar en el universo un cohete.
Cierra un ojo. Mira con el otro. ¿Ahora?

Lo aprendí en aquel campamento.
Todos tenemos un pasado.
No me mires como si tú no lo tuvieses.
Cuando vuelva a ver a Lou le pediré explicaciones.
Él me dijo que Jane era dulce.
Creo que tampoco la vio antes de acostarse.
Estoy por parar y telefonearle.
Tengo dudas de que estemos hablando de la misma Jane.

Si miras ese otro grupo… no, ese no, a la derecha… sí, allí…
¿ves dónde apunta mi dedo?...
puedes unir siete estrellas y saldrá una rana…
No, no tiene ojos.
Debes echarle un poco de imaginación, querida.
Esto me enseñaron en el bosque.
No me mires así. Tú también tendrás tus trucos.
No sé si nos hemos pasado la salida.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Abril de 2003. Invasión de Irak

Volvieron al camino entre las dos ciudades
del cuento que contaron como verdad
para buscar entre los baúles
que las olas arrastraban
un motivo para la barbarie.

Un mapamundi girando a trescientas
revoluciones por minuto deja destellos
de colores confusos
de países y naciones que amenazan
el bienestar contagioso de Hollywood.

Un dedo índice para el movimiento
y señala un lugar a medio camino
entre otras dos ciudades, entre dos mundos.

En Siria ya encienden velas por
los muertos que aún viven.
Se buscan cómplices, anuncia
un anuncio por palabras del diario.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Hoy no hemos quedado

Hoy no hemos quedado
para devolvernos las cosas
que no nos habíamos regalado.
Yo no te he entregado el anillo
que tú no me diste aquella tarde,
y tú no me has devuelto este libro de poemas
que yo no te he escrito.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El último baile de la noche

Danzaron entrelazados
compartiendo sudor y las caricias de los codos.
Entre tambores secos
y riñones que mañana mearán borgoña.
Balancearon sus piernas
al ritmo de una orquesta de gemidos
disecados por la asfixia.
Y pisaron como las bailarinas,
punta-tacón-punta-tacón, al
son de los párpados hinchados.
Abre los ojos, si puedes.
Antes de que la sangre eche el telón
del último baile de la noche.
Llegaron buscándose en la pista
y se encontraron entre la multitud torpona.
Sólo ellos escuchan el solo de violín.
Sólo ellos se besan
con martillos
antes de que
la luz tirite
y todo
vuelva a ser oscuro
como siempre.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Lejos de Bagdad, primavera de 2003

A mitad de camino,
entre el puente de Brooklyn y Basora,
las tropas enemigas
echaron cuerpo a tierra
mientras a diez mil kilómetros de ninguna parte
caía la torre muerta por un rey
que caminaba despacio en el tablero del tiempo.

Fuego amigo llamaban desde el cuartel general
los disparos que realizaban sus corderos
cuando la realidad ardía
en una barbacoa llena de fotos veladas.

Balas perdidas que encontraban destinatario
nuevo cada vez que el remitente
ocultaba su rostro arrepentido.
Todo en prime-time.
El fin del mundo, chilló el predicador.
Pero los niños ya estaban durmiendo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Si llegamos a Orión

Sacó la moneda.
Elige, ofreció.
Se giró y no quiso saber nada.
Cómo son estas mujeres, se quejó.
Apagó las luces de cruce y reclinó el respaldo.
Dormiré hasta que lleguemos.
Avísame si pasamos por Orión, quiero comprar una postal de su cinturón para llevarle a mis padres.
Bostezó, tres veces. Se frotó los ojos con el dorso de las manos.
Siempre estás pensando en las mismas cosas, se lamentó.
Reclinó su respaldo y subió el volumen de la radio.

Desde que instalaron el piloto automático, viajar ya no es lo que era.
Ya no puedes sacar la mano por la ventanilla. Ya no puedes parar.
Déjalo, ya estás con lo mismo.
Sabes cómo soy. Me gustaba la vida antes.
¿Por qué tuvimos que irnos de la tierra? Sólo por no estar cerca de mis padres.
Y todo aquello, no te olvides. Aquello. Aquello.
Ah sí, perdona, lo había olvidado.
No importa. Descansa. Despiértame si llegamos a Orión.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Un no me acuerdo

La libertad es un avión a otro país.
Un reloj sin cambio horario.
Un como cuando quiero.
Un no te entiendo.
Una habitación sin discusiones.
Un hola, siempre, cómo estás.
Un no me acuerdo.
Un hoy no voy a dar explicaciones.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Don Luis era Berlanga

Don Luis
se confesaba en fotograma
sin sotana: tengo miedo.
Y con letra mayúscula,
a voz cortante, decía que su lema,
a estas alturas,
era un sincero “estamos bien jodidos”.
Del gris de la tijera a la chispa techicolor de los fuegos de artificio.
Con una barba atrapamigas y un moco asomando a la almorrana.
Los ojos ya pequeños, temblorosos,
las manos todo huesos,
las piernas en barbecho.
Y dos dedos, pulgar e índice,
siempre dispuestos a
enganchar un pedazo de trasero
cuando el cuello,
estrategia repetida, gira la nariz en dirección contraria,
las cejas levantadas,
para mirar las nubes en el televisor plano
de la ventana,
mientras en la entrepierna
un cosquilleo aun agita el alma.
Se fue, a los 89, mire usted,
en un caballo de metal,
sobre ruedas, empujado
por aquellos que en la sombra,
tardes de cine, noches sin tregua,
descubrieron que don Luis
era Berlanga.
Báñese usted en la piscina, señorita.
Pero don Luis, no traje bañador.
Y eso qué importa.
Pero don Luis, es que no hay agua.
Tome usted el sol entonces, que tiene mucha vitamina.

Date por perdido...

Cuando todos los dedos de la mano se desplieguen,
dos veces, peinando el humo de los puros;
cuando un brazo corte la humedad
en sendos pedazos,
de arriba a abajo,
secamente.
Entonces, sólo entonces,
date por perdido, muchacho.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Habla después de la señal

Se agita el avión ya en la pista mientras apuro el gintonic.
La última vez que viajé en primera se me olvidó sacarle partido al bar.
Hoy lo recuperaré.
Ya subimos. No recuerdo si te dije que me iba.
Desconecten sus teléfonos móviles.
Habla con mi contestador. Graba tu mensaje después de la señal.
La mayoría de los accidente se producen en los despegues y los aterrizajes.
Los aviones no se caen así, por las buenas, como yo pensaba.
Tienen alas, ¿no? Pues eso.
Si te empiezo a echar de menos en la sala de espera del aeropuerto
se me pasa cuando la azafata me muestra el camino a mi asiento.
¿Desea tomar algo antes de despegar, caballero?, me pregunta.
Por supuesto, señorita. Antes y después.
Aunque el avión se agite en la pista ya, temblando,
no derramo una gota.
Volamos, sí, volamos.
Veremos si aterrizamos también.
Nos queda combustible para 15 horas de viaje.
Será cuestión de tiempo saberlo.
Habla después de la señal.

Hoy, por fin...

Hoy, por fin, me he despertado
prometiendo que no volvería a pensar en ella.
Que de qué me sirve, que para qué seguir con lo mismo,
que no por mucho que imagine alguna vez sucederá lo que imagino.
Y ahora ya, tarde, al final del día,
veo que casi lo he conseguido.
Apenas la he recordado,
salvo todas las veces
que en silencio la he llamado,
si no fuera por el nombre que no me quito de la cabeza,
o ese gesto, reincidente, que se repite en un bucle
entre el papeleo,
o la vena que le surca el cuello,
bajando en un mapa que promete
tierras aún más felices,
y que irrumpe en el periódico a la hora del café,
entre la borrasca irlandesa para el fin de semana
y la previa de un partido del Atleti.
O ahora, que lo pongo por escrito,
cuando me felicito por
haber conseguido,
por fin,
como me prometí a primera hora,
no volver a pensar en ella.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Hay una lluvia de dientes...

Hay una lluvia de dientes
sin encías.
Un hombre que me apunta con los dedos
desde arriba.
Y un dulzor en la cabeza
casi amargo.
Floto y me gusta y estoy lejos.
Y no recuerdo si antes era cerca.
Cuerpo en la tierra.
Un antebrazo posado sobre el cuero.
Y toda esa gente que me mira
con lástima desde las sombras.
Juraría que estoy mejor
que ellos.
No saben quién soy.
Por eso lloran.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Luego puedes seguir

Estabas allí, creo, de nuevo, las manos levantadas.
Gesticulando así, ya sabes, tan por encima de las miradas,
alrededor de la cabeza.
Con esa manera tuya de recordarme todo aquello
que no querías olvidar
y que aireabas agitándolo con los dedos.
Yo sentado, escuchando. Tú de pie.
Serio, claro, y pensativo. Lo tenía estudiado.
Sin decir nada. Todo es la respuesta equivocada.
Y tú segura, cada vez más, de ti misma.
Te lo sabes. No es la primera vez.
Eso ya lo has dicho. Te empiezas a repetir.
Dos frases más, otros tres aleteos de manos
e iré a por una cerveza a la nevera.
Luego puedes seguir, si quieres.