jueves, 18 de noviembre de 2010

Lejos de Bagdad, primavera de 2003

A mitad de camino,
entre el puente de Brooklyn y Basora,
las tropas enemigas
echaron cuerpo a tierra
mientras a diez mil kilómetros de ninguna parte
caía la torre muerta por un rey
que caminaba despacio en el tablero del tiempo.

Fuego amigo llamaban desde el cuartel general
los disparos que realizaban sus corderos
cuando la realidad ardía
en una barbacoa llena de fotos veladas.

Balas perdidas que encontraban destinatario
nuevo cada vez que el remitente
ocultaba su rostro arrepentido.
Todo en prime-time.
El fin del mundo, chilló el predicador.
Pero los niños ya estaban durmiendo.

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