viernes, 23 de diciembre de 2016

Llamadme Ismael

Preparamos los arpones y zarpamos
al alba, jueves, otoño, veintisiete,
mar adentro. Nos vamos, querida, nos vamos.
Al este de los mapas, los hombres de salitre
arrastran promesas de fortuna, noches de vigía,
cantos de sirena que velan sus cuerpos de jengibre

Buscaremos al fondo de las rutas
donde rugen las olas que no suenan
donde los hombres pierden la conciencia,
donde los sueños se tornan en condena.
Al otro mundo de la cama en que descansas,
en los abismos infinitos de la pena.

Parto ahora y lo sabes sin descanso
para buscar lo que no puedo encontrar.
Me despido, lo siento, querida, me marcho,
siguiendo la llamada interrumpida del destino
la sequía voraz que dejaron tantos llantos
las voces que me asfixian por las noches.

Cazaré el azul de los cielos no explorados,
con las lluvias de estrellas estrelladas.
Y cuando la brújula señale el norte a los ahogados,
hundiré mi flecha en su armadura, sobreviviré,
y si los dioses, mi amor, ya te escucharon,
llamadme Ismael, hallaré los restos del naufragio.

Ya llenamos las bodegas y los vasos
ya resuenan los dobles de campanas
desde el puerto desierto del fracaso.
Aprieto los dientes y los puños, pliego el alma,
escondo los ojos tras los párpados cerrados.
El mañana es un manantial oscuro. De él beberé.

No me pidas lo que no puedo prometer,
enciende las velas a tus santos, ruégales.
No te despidas de lo que no sabe volver.
Solo sé que en el viaje hacia la nada
el equipaje es un ancla, aquel ayer,
un galeón por un océano atravesado.

Las palabras se apagan con las luces
y tu voz se agrieta como estrías de mareas.
De fondo suena el eco de otras noches
en que la tierra firme no huía a la deriva.
Zarpamos, mi amor, zarpamos, ya lo ves.
Despídete de mí, quiéreme. Regresaré.

martes, 20 de diciembre de 2016

Sólo los dioses beben en Mímir

Un ojo o los dos.
Cualquier hombre hubiera ofrecido media vida por beber allí.
Sólo los dioses beben en Mímir.
Él lo había hecho. Él, Odín, maldito, otra vez él.
Nosotros sólo imaginábamos cómo sería aquel lugar.
El fondo del pozo, el manantial.
Ningún hombre bebió jamás de allí y lo contó.
Ningún hombre lo había encontrado nunca.
Desde niño te lo enseña tu padre cuando empiezas a hablar.
Los hombres y los dioses 
no comparten mesa,
te dicen.
Y ve a echar de comer a las gallinas.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Solo si te empeñas

Sólo si te empeñas en hacerlo
podemos convertir esto en una transacción
en una operación
en un balance de resultados
en una hoja de excel
en la que tú apuntes los besos que me has dado
y los que yo te di
y pienses que el trato es injusto
que saliste perdiendo
que la matemática demuestra que me quieres
más de lo que yo te quiero
y que ya lo sabías
y que por eso este no es un buen negocio
y que será mejor cancelar el contrato
y buscar a otro socio.
Sólo si te empeñas en hacerlo
pondrás dos columnas enfrentadas
con números y sacarás la calculadora
y me echarás los resultados a la cara
reclamarás la parte del debe
que desequilibra la balanza
y exigirás intereses
y un bonus a final de año
y una compensación ante notario.
Sólo si te empeñas en hacerlo.
Pero yo prefiero no contar
los besos que nos damos
sino los que no te doy
porque no te he visto,
porque no estábamos juntos,
para asegurarme
que cuando nos volvamos a encontrar
te los devuelva todos, uno por uno,
lentamente, sin contadores y sin prisas.