domingo, 17 de febrero de 2013

El cadáver de mi padre (2002)


El cadáver de mi padre ya no se sentaba a la mesa,
y los hijos de mis hijas bebían vino de reserva
mientras la madre reñía al primo lejano
que llegó a última hora, inoportuno,
y se hizo un hueco con el resto.
Mi amante llenaba los vasos
mientras la criada enfriaba la sopa a soplidos
y los perros ladraban en el jardín.
La casa estaba patas arriba desde que allí
se habían alojado las majorettes de la convención.
Cuando se fueron, no quisimos ya ordenar el desorden
y entre los bastones y los pompones
colocamos los muebles como pudimos.
Las sortijas de mi madre las lucían las señoras
que compraron sus baúles.
El retrato del abuelo en la guerra fue archivado en la basura.
El cadáver de mi padre no se sentó más a la mesa con nosotros.
Las sábanas que manché jugando con aquellas
bailarinas fueron quemadas en bidones en el jardín,
donde los perros no dejaron nunca ya de ladrar.
Mis mujeres abandonadas me piden ahora limosnas
cuando llegados los postres mi amante lesbiana
aún no se ha podido tomar la sopa que arde en el plato.
Los niños descorchan otra botella y yo me pongo tan nervioso
que me giro para pedirle un cigarrillo a mi padre
cuando recuerdo que ha muerto
y que su cadáver ya no se sienta a la mesa.

sábado, 9 de febrero de 2013

Inventariar cada crochet


Más de trescientos escritores de deportes
en las primeras filas,
con sus libretas dispuestos a inventariar
cada crochet,
cada golpe por debajo de la cintura
y cada destello de flaqueza
que adivinen en mis ojos,
para ponerlo con tinta negra en sus periódicos,
mañana,
que será cuando de verdad
a mi me duelan
lo que para ellos solo
son marcas de lápices sobre papel.

viernes, 1 de febrero de 2013

Aquella casa, el cobertizo, el saco


Volveré una mañana de diciembre,
cuando la nieve cubra el jardín donde corría,
y veré aquella casa a lo lejos,
con sus paredes blancas de madera agrietada
y el tejado que nunca se terminó de reparar.
Aparcaré en la carretera y caminaré hasta la puerta.
Llamaré y bajaré los escalones para esperar
alejado de la entrada a que me abran.
Le explicaré a la señora que se sorprenda al verme
que allí crecí, que me mudé con mis hermanos
cuando mi padre encontró aquel trabajo
y pudo levantar aquel hogar para nosotros.
Le pediré que me deje visitar el cobertizo,
que lo he visto abandonado,
que nosotros tampoco supimos utilizarlo
y que a mi madre no le gustaba que anduviéramos entrando solos.
Pero que de allí colgó mi padre un día de diciembre,
cuando la nieve cubría ya el jardín y las carreteras estaban cortadas
y no pudo ir a trabajar,
el saco con el que me enseñó a boxear.
Le contaré que
murió un año después
y que ella prometió
que no lo descolgaría ya.
Que allí fue donde descubrí quién sería.
Le diré que me perdone por la visita,
que me disculpe con su familia.
Me despediré y me iré.