domingo, 26 de mayo de 2013

He sabido sonreírle


Él sabe que ha sido bueno.
Uno siempre sabe esas cosas.
Por la velocidad del brazo,
por el ángulo,
por el sonido del impacto.
Sabes cuando has logrado soltar
un golpe de los que duelen de verdad.
Un golpe de esos que seguirá ahí, latiendo,
cuatro días después.
Por eso me ha mirado.
Rápidamente.
Buscando la confirmación en mis ojos,
en la mueca de mi boca,
en los músculos del cuello.
Eso también lo sabes.
Siempre que lanzas un golpe
que ha hecho daño
debes mirar a tu rival
a la cara.
Le reclamas el gesto
que confirme que su cuerpo
también sabe que ha sido un buen golpe.
Este es uno de esos golpes.
Él sabe que ha sido bueno.
Yo lo sé.
Mi cuerpo lo sabrá todavía la próxima semana.
Pero he sabido sonreírle.

sábado, 18 de mayo de 2013

Pliego las velas, Izo la bandera, Me rindo

Y son todo estos días
repetidos los que me anulan
y me asfixian
frente a una pantalla que tintinea
en una vida que lo fue
y que ahora camina
ya tan así, como sin rumbo, buscando
encontrarse en lo que era, en lo que es,
en lo que quiere adivinar
que será
a pesar de los malos presagios.
Son todos los días
el mismo frente al mar
de una ventana
que me devuelve sombras grises,
canciones en bucle con
letras que se clavan en las yagas
atornillando una realidad
cada tarde peor y puñetera.
Los días que despierto
de una siesta involuntaria
jurando que escuché tu voz
desde la cocina, llamándome
como me llamabas,
acercándose hasta rodearme con los brazos
por detrás, sin sorprenderme
pero queriéndome.
Los mismos días en los que todo se derrumba
y ya sin fuerzas para levantar una sola piedra
del muro de contención
que no he sabido dibujar en plano
me siento sobre el suelo 
y miro al fondo del pasillo
esperando que salgas por la puerta del baño,
con el pelo húmedo y la toalla
protegiéndote, sonriendo, tan sin hablar.
Esos días que me
maldigo, que me insulto, que no quiero conocerme,
que me odio intencionada y lentamente,
que me reniego,
que no me esquivo ya siquiera
y me dejo acorralar.
Entonces entrego las armas
que no he sabido aún cargar.
Pliego las velas.
Izo la bandera.
Me rindo.
Y lloro. 

sábado, 4 de mayo de 2013

Y eso no te va a pasar a ti


Me dijeron que era un cobarde
porque no me atrevía a subir
con aquel tipo del que hablaban
los periódicos.
Pero fue mi entrenador quien
se negó.
No está a tu altura, decía.
No dejaremos que te insulten
con un muchacho que debería andar aun
pidiéndote un autógrafo en el gimnasio.
Tú mereces otra cosa. Un hombre que pueda
darte donde sabe que más duele
y que te aguante
al menos diez minutos de pie sobre la lona.
No dejaré que te subas allá arriba con
nadie que no merezca estar
donde tú has sabido llegar.
Porque soy un viejo
que ha visto muchas noches
que se tuercen y que acaban
por un mal golpe de suerte
con un campeón que deja de serlo.
Y eso no te va a pasar a ti.