lunes, 14 de octubre de 2013

Y parece que empieza a nevar


No vendrán los fantasmas,
a lamerte las heridas,
sino blandiendo los colmillos,
oliendo la sangre
que reseca,
como el árbol que olvidaste al otro lado de la ventana.
Empieza a nevar.
Pronto se cubrirá el camino de la entrada.

Saldrás sin zapatos al umbral
a mirar el buzón en la distancia,
al cartero,
que pasó otra mañana,
sin pararse.
Volverás a escuchar el silencio del timbre.
y a mirar con recelo
el aparato del teléfono
Tras comprobar,
y van seis veces ya,
la conexión del cable a la pared.

No vendrán los fantasmas a sentarse
a tu mesa
y a descorchar tu vino
mientras bebes en un extremo
con la palma abierta de la mano apoyada
sobre el tablero
y el brazo estirado.
Vendrán a darte el último recibo
y a marcharse sin cerrar la puerta
mientras desde la cocina
miras la ventana
y te sorprende ver ese árbol
que se seca.
Y parece que empieza
a nevar.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Quería acercarse y preguntarle...


Quería acercarse a él y preguntarle.
Darle la mano, observarle los ojos
y hablarle.
Pensaba que una mirada bastaría
para que ambos se reconocieran
y supieran que sentían lo mismo,
que no había nada de lo que avergonzarse,
que eran hombres
y que como hombres
serían capaces de seguir adelante.
Quería ir hasta él para saber
si sentía lo mismo.
Si lo peor no era el momento de bajada,
ni el de subida,
cuando otros te ayudan a ponerte en pie de nuevo
y las rodillas tiemblan,
sino el silencio que te chilla
dos días después,
cuando las voces ya no suenan
y te quedas solo recordando la bajada,
la subida,
y toda esa zozobra hasta que por fin desapareces
y te quitan los guantes
y firmas y vuelves a tu coche.
Quería decirle a aquel hombre
que le comprendía,
suplicarle que le hablara,
que se lo explicara,
que necesitaba sentir que era como él.
Que tampoco comería al día siguiente
y que los brazos de su mujer
le resultarían tan extraños, inmerecidos,
que se alejaría de ellos cuando le buscaran cálidos.
Que él también esquivaría durante una semana
la mirada de sus hijos.
Quería explicarle que cada vez que le había
sucedido, sin embargo, había encontrado también
una placidez, un sueño,
una duermevela con los ojos abiertos.
Una paz, extraña, pero una paz a fin de cuentas.
Decirle que al fondo de todo aquello se había
visto tantas noches buenas
y que se recordaba en el dolor intenso de los nervios
no como el púgil que había caído,
sino como el hombre que supo también levantarse.
Quería acercarse a él, a su rival, ayudarle a incorporarse,
pedirle perdón por haberlo tumbado
y preguntarle si después,
cuando las manos ya se hubiesen enfriado,
podrían hablar de lo que había sentido.
Quizá tomando un café.
Como dos hombres que saben lo que es caer
y que saben también que volverán a hacerlo.

sábado, 31 de agosto de 2013

Flan de tapioca


Los domingos comimos flan de tapioca
y allí estábamos casi todos.
Con la moñoños,
y el lobo,
que resultó ser de peluche,
tan poco fiero,
en el cruce.
Y los paisanos
con sus historias de paisanos.
Aunque no me dejaron acercarme a sus mundos.

El mismo domingo que tú decías que la marea bajaba
y yo no te creí porque nos cubrían ya las olas
en nuestra orilla.
Sube, chica, ¿no ves que sube?
Pero tú lo sabías mejor.
Y por mucho que te empeñes,
así como eres,
esta marea no dejará de bajar,
me decías.

Los domingos comimos flan de tapioca,
bebimos cervezas, pedimos mariscos.
Y el pulpo se había terminado
como se acabó después el licor café
cuando ya tenía las pulsaciones
que no había forma de echar el freno.
Y te despertaré en mitad de la noche, te avisé.
Y lo hice.
Y te sorprendiste,
pero me besaste.
Porque era domingo
y comeríamos flan de tapioca
y no había nada más,
pero tampoco lo hubiera necesitado.

martes, 13 de agosto de 2013

Como siempre

Como siempre, parecía.
Como un lunes de entonces.
Como cualquier mañana.
Como el último invierno,
como el primer abril.
Como ayer,
que mis manos no olían a tu cuerpo,
que no sabía aun a qué sabías,
que no te había visto en otro plano,
en nuestra dimensión de tu cama
al borde del abismo
al que salté.
Como siempre, en el hola, buenos días,
en las canciones,
en el autoengaño entre líneas,
en el muro que levanté
y al que aprendí a trepar
para mirarte al otro lado.
Como siempre, en el temor,
en las propias mentiras
que quise creerme,
en la nada, que lo fue todo,
en la rabia, incontrolada,
mezquina,
en el fracaso.
Como siempre,
como cualquier lunes de entonces.
Pero como nunca ya.
Como el futuro
que ahora no entiendo.
Como el abril
que llegará en otro idioma.
Como el invierno que me encontrará desprotegido.
Aun más perdido. Frágil.
Como este llanto nuevo
que no esperaba,
que me empaña los ojos en la foto del pasaporte
y en el que flota un sueño
con el que había dejado de soñar.
Como si nunca te hubiera querido,
sabiendo que siempre lo hice.

viernes, 12 de julio de 2013

Las estrellas se apagaron azules


Quiso leer entre líneas
en las palmas de sus manos
y encontró una ventana
con estrellas que brillaron
azules.

¿Dónde irás, ahora, que no vas?
Le soltó acariciando el dorso,
las falanges,
el roce de la uñas.
Leyendo el mensaje
sin codificar
de su mirada.
Al otro lado
de la ventana
y de unas estrellas que se entornaban
azules.

Y volvió a la canción
que le mostró,
repetida, reincidente,
que se filtraba
tras la ventana
donde las estrellas
ahora
se apagaron
azules.

domingo, 7 de julio de 2013

Pero no funcionará


Y lo trajo,
como quien no quiere la cosa,
oculto entre las manos.
Convertidas en una esfera, una palma sobre la otra
ahuecadas para dejar hueco.
Escondido y protegido
ahí donde el frío no existe
y el dolor no se puede acercar.
Lo trajo caminando
a pequeños pasos
con la vista
colándose por las rendijas de los dedos.
Asegurándose de que seguía ahí
cada diez metros,
de que no se escaparía,
de que nadie podría tocarlo
porque lo llevaba resguardado
contra todos.
Segura de que nadie
llegaría hasta él,
si lo cubría así,
dejando que se intuyera
pero que no se viera.
Pero no funcionará
tampoco ahora.
Lo sé.
Como sabes tú que
en algún momento
tendrás que abrir las manos.

sábado, 29 de junio de 2013

Que ese hombre ya no existe


Le repito, señor, que no soy yo
ese hombre al que recuerda.
Que jamás me puse unos guantes.
Que nunca di aquel gancho que imita
usted en el aire
tras cambiarse el periódico de mano.
Le prometo, señor, que no soy
aquel a quien vio
aquella noche
hace quince años
esquivando el futuro.
Nunca me hubiera atrevido
a dedicarme a algo así.
Porque no tuve el valor
ni el cuerpo
ni la cabeza
para creerme que podría
ser el campeón que entonces
reclamaban los periódicos.
Créame, señor, que si me parezco
tanto es porque ese boxeador
del que habla es mi hermano,
que nos parecemos mucho, sí,
pero que no soy yo por mucho
que lo repita usted
y que jure ante su Biblia
que usted nunca olvida una cara
y que mucho menos olvidaría la mía,
que fui quien fui,
antes de que pasara todo aquello
y el público se olvidara de mí.
Todos menos usted.
Le agradezco, señor,
que se detenga,
que me lo diga,
y así se lo contaré a mi hermano.
Pero si me sigue pidiendo un autógrafo
en el periódico que ahora desenrolla
le advierto que pondré mi nombre,
y no aquel que reclama.
Sepa, señor, que ese
hombre ya no existe.

lunes, 24 de junio de 2013

Me había arrancado las palabras


Me quitó las palabras de la boca,
de un bocado, a bocajarro,
agarrándolas muy fuerte y tirando
sécamente de ellas para sacarlas
del fondo de mi estómago y llevarlas
allí donde no resuenan y no se escuchan.
Donde mueren congeladas en el aire
y nadie resulta herido.
Donde no existen.
Lo intenté otra vez
pero me había arrebatado
ya los sonidos y los motivos,
mi verdad, que no lo era,
o quizá sí, pero ahora apenas importa ya.
Y por mucho que moví los labios no logré convencerla
de que aquello iba bien,
de que saldría bien,
de que todo iría bien
de que estábamos haciendo el bien,
de que no se puede ser tan racional
porque al final las cosas duelen
y uno se despierta un día, tarde ya,
cuando los mapas de verdad son mapas
y se percata entonces
de que ha sido demasiado racional
y de que ya no hay nada que hacer.
O sí.
Estaba dispuesto a explicarlo
moviendo las manos en el aire,
quizá, incluso, haciendo un gráfico en aquel
posavasos bajo el gintonic,
si era necesario un dibujo
del campo de batalla.
Pero cuando abrí los ojos
para empezar a hablar
llegó, se adelantó y de una sacudida me quitó las palabras
antes de que lo fueran.
Cerré los ojos antes de mirarla por última vez.
La escuché, como un murmullo,
sin creerla pero asintiendo,
comprendiendo sin comprender.
Y olvidé que en el lugar de donde
me había arrancado aquellas palabras
aun me quedaban más.

martes, 18 de junio de 2013

Caminos diferentes


Aquí y ahora empieza,
creo, todo, otra vez.
Será lo mejor.
Asegurémonos que escogemos
caminos diferentes,
vidas separadas.
Dime por dónde marcharás tú
y yo por dónde iré yo,
para que el futuro no nos vuelva
a cruzar, allá, donde no pensábamos
encontrarnos otra vez.

Esta vez sí, me voy,
no sé dónde aún, pero lo haré.
Ya sabes.
Lo dije tantas veces
que una más
nadie me cree.
Pero ahora sí, aquí, ahora,
empieza,
creo,
todo. Otra vez.

Pero dime dónde estarás,
qué haces,
si te tratan bien quienes deben tratarte bien.
Si el futuro es un buen lugar.
Si el presente lo es ya.
Solo, asegurémonos,
sigamos caminos divergentes.
Yo me iré para allá.
Tú sigue hacia allí.
Para saber que mañana,
quizá,
ya sabes,
uno se puede equivocar de dirección,
nos volvamos a cruzar.

miércoles, 12 de junio de 2013

Aquella plaza. Tú. Ayer


Caminamos continente allá
hasta aquella plaza
donde la vida pasaba por delante
sin más planes, sin más afán que resistir,
sin más futuro que este ahora,
aquí. Que estas manos. Que este nosotros.
Que aquella ciudad entre dos mundos.
Nos miramos de nuevo
en ese idioma que empezaba ya a entender
pero que era incapaz de hablar
porque no quería
conocer las respuestas.
Y en cuestión de minutos
regresé atrás, sin saber evitarlo,
sin querer aferrarme con las uñas a este aquí,
al camino que transité antes,
cuando el invierno era invierno
y aquella canción sonaba
repetida, una y otra vez, otra y una vez.
Vuelvo ahora al mismo punto de salida.
Dos caminos pero solo una puerta abierta
a otro lugar. Cerraste la tuya.
La plaza amanece hoy vacía.
Desierta, como yo.
Y arrasada.

domingo, 26 de mayo de 2013

He sabido sonreírle


Él sabe que ha sido bueno.
Uno siempre sabe esas cosas.
Por la velocidad del brazo,
por el ángulo,
por el sonido del impacto.
Sabes cuando has logrado soltar
un golpe de los que duelen de verdad.
Un golpe de esos que seguirá ahí, latiendo,
cuatro días después.
Por eso me ha mirado.
Rápidamente.
Buscando la confirmación en mis ojos,
en la mueca de mi boca,
en los músculos del cuello.
Eso también lo sabes.
Siempre que lanzas un golpe
que ha hecho daño
debes mirar a tu rival
a la cara.
Le reclamas el gesto
que confirme que su cuerpo
también sabe que ha sido un buen golpe.
Este es uno de esos golpes.
Él sabe que ha sido bueno.
Yo lo sé.
Mi cuerpo lo sabrá todavía la próxima semana.
Pero he sabido sonreírle.

sábado, 18 de mayo de 2013

Pliego las velas, Izo la bandera, Me rindo

Y son todo estos días
repetidos los que me anulan
y me asfixian
frente a una pantalla que tintinea
en una vida que lo fue
y que ahora camina
ya tan así, como sin rumbo, buscando
encontrarse en lo que era, en lo que es,
en lo que quiere adivinar
que será
a pesar de los malos presagios.
Son todos los días
el mismo frente al mar
de una ventana
que me devuelve sombras grises,
canciones en bucle con
letras que se clavan en las yagas
atornillando una realidad
cada tarde peor y puñetera.
Los días que despierto
de una siesta involuntaria
jurando que escuché tu voz
desde la cocina, llamándome
como me llamabas,
acercándose hasta rodearme con los brazos
por detrás, sin sorprenderme
pero queriéndome.
Los mismos días en los que todo se derrumba
y ya sin fuerzas para levantar una sola piedra
del muro de contención
que no he sabido dibujar en plano
me siento sobre el suelo 
y miro al fondo del pasillo
esperando que salgas por la puerta del baño,
con el pelo húmedo y la toalla
protegiéndote, sonriendo, tan sin hablar.
Esos días que me
maldigo, que me insulto, que no quiero conocerme,
que me odio intencionada y lentamente,
que me reniego,
que no me esquivo ya siquiera
y me dejo acorralar.
Entonces entrego las armas
que no he sabido aún cargar.
Pliego las velas.
Izo la bandera.
Me rindo.
Y lloro. 

sábado, 4 de mayo de 2013

Y eso no te va a pasar a ti


Me dijeron que era un cobarde
porque no me atrevía a subir
con aquel tipo del que hablaban
los periódicos.
Pero fue mi entrenador quien
se negó.
No está a tu altura, decía.
No dejaremos que te insulten
con un muchacho que debería andar aun
pidiéndote un autógrafo en el gimnasio.
Tú mereces otra cosa. Un hombre que pueda
darte donde sabe que más duele
y que te aguante
al menos diez minutos de pie sobre la lona.
No dejaré que te subas allá arriba con
nadie que no merezca estar
donde tú has sabido llegar.
Porque soy un viejo
que ha visto muchas noches
que se tuercen y que acaban
por un mal golpe de suerte
con un campeón que deja de serlo.
Y eso no te va a pasar a ti.

sábado, 20 de abril de 2013

Ya no debo parecer tan fiero


Les puse mi peor cara,
desde el coche,
con la ventanilla bajada,
junto a la puerta del colegio.
Salí después
sin la chaqueta.
Los brazos al aire.
El cuerpo a la vista.
Apreté las manos
con fuerza para que la tensión de las palmas
corriera hasta
los hombros
y se marcasen
antebrazo y bíceps.
Los miré fíjamente mientras
se acercaban a la puerta.
Abracé entonces a mi hija.
¿Aquellos son los niños
que dices que
te molestan en la clase?
Se metió en el coche afirmando con la cabeza
sin querer mirarme
Cuando salieron, ya frente a mí,
los vi reírse
señalándome.
Ya no debo parecer tan fiero.

domingo, 17 de marzo de 2013

Ábreme


Ábreme. Solo estoy de paso.
Mañana me habré ido.
No espero nada.
El final ya fue.
Ahora camino hacia otra noche.
No te entendí cuando me avistaste de que
todo esto sucedería.
No quise entenderlo.
Tampoco ahora.
Sé que me rogaste que lo dejara,
que así no seguirías,
que no querías verme allí
mientras todo se desmoronaba,
esperando una llamada
que no querías recibir.
Ahora déjame entrar.
No he venido a pedir nada.
Solo una noche.
Cuando despierte me marcharé
a otra ciudad que tengo firmada ya.
Y no volverás a saber nada de mi.
No quiero nada más.

sábado, 16 de marzo de 2013

Diez años antes, todo era Irak (de 2003)


Volvieron al camino entre las dos ciudades
del cuento que contaron como verdad
para buscar entre los baúles
que las olas arrastraban
un motivo para la barbarie.


Un mapamundi girando a trescientas
revoluciones por minuto deja destellos
de colores confusos
de civilizaciones que amenazan
el bienestar contagioso de Hollywood.


Un dedo índice para el movimiento
y señala un lugar a medio camino
entre otras dos ciudades.


En Siria ya encienden velas por
los muertos que aún viven.
Se buscan cómplices, anuncia
un anuncio por palabras del diario.

viernes, 1 de marzo de 2013

Cuéntamelo otra vez...


Antes de que los fantasmas
lleguen a borrarme los aplausos
de la memoria.
Antes de que las sombras
apaguen los focos que me iluminaron.
Antes de que mi nombre
se oxide en un cajón
a la espera de una fecha que complete mi historia.
Antes de que el recuerdo
sea un pasado que no existió.
Antes de que no me mires
como lo hacías
cuando bajaba
con las costillas rotas y esa mueca
tan mía que tanto te gustaba.
Antes de que me duerma
y al despertar
haya dejado de ser el mismo
que fui entonces,
¿recuerdas?, cuando todos
sabían lo que había hecho,
cuéntamelo otra vez.
Quiero escucharlo con tu voz.

domingo, 17 de febrero de 2013

El cadáver de mi padre (2002)


El cadáver de mi padre ya no se sentaba a la mesa,
y los hijos de mis hijas bebían vino de reserva
mientras la madre reñía al primo lejano
que llegó a última hora, inoportuno,
y se hizo un hueco con el resto.
Mi amante llenaba los vasos
mientras la criada enfriaba la sopa a soplidos
y los perros ladraban en el jardín.
La casa estaba patas arriba desde que allí
se habían alojado las majorettes de la convención.
Cuando se fueron, no quisimos ya ordenar el desorden
y entre los bastones y los pompones
colocamos los muebles como pudimos.
Las sortijas de mi madre las lucían las señoras
que compraron sus baúles.
El retrato del abuelo en la guerra fue archivado en la basura.
El cadáver de mi padre no se sentó más a la mesa con nosotros.
Las sábanas que manché jugando con aquellas
bailarinas fueron quemadas en bidones en el jardín,
donde los perros no dejaron nunca ya de ladrar.
Mis mujeres abandonadas me piden ahora limosnas
cuando llegados los postres mi amante lesbiana
aún no se ha podido tomar la sopa que arde en el plato.
Los niños descorchan otra botella y yo me pongo tan nervioso
que me giro para pedirle un cigarrillo a mi padre
cuando recuerdo que ha muerto
y que su cadáver ya no se sienta a la mesa.

sábado, 9 de febrero de 2013

Inventariar cada crochet


Más de trescientos escritores de deportes
en las primeras filas,
con sus libretas dispuestos a inventariar
cada crochet,
cada golpe por debajo de la cintura
y cada destello de flaqueza
que adivinen en mis ojos,
para ponerlo con tinta negra en sus periódicos,
mañana,
que será cuando de verdad
a mi me duelan
lo que para ellos solo
son marcas de lápices sobre papel.

viernes, 1 de febrero de 2013

Aquella casa, el cobertizo, el saco


Volveré una mañana de diciembre,
cuando la nieve cubra el jardín donde corría,
y veré aquella casa a lo lejos,
con sus paredes blancas de madera agrietada
y el tejado que nunca se terminó de reparar.
Aparcaré en la carretera y caminaré hasta la puerta.
Llamaré y bajaré los escalones para esperar
alejado de la entrada a que me abran.
Le explicaré a la señora que se sorprenda al verme
que allí crecí, que me mudé con mis hermanos
cuando mi padre encontró aquel trabajo
y pudo levantar aquel hogar para nosotros.
Le pediré que me deje visitar el cobertizo,
que lo he visto abandonado,
que nosotros tampoco supimos utilizarlo
y que a mi madre no le gustaba que anduviéramos entrando solos.
Pero que de allí colgó mi padre un día de diciembre,
cuando la nieve cubría ya el jardín y las carreteras estaban cortadas
y no pudo ir a trabajar,
el saco con el que me enseñó a boxear.
Le contaré que
murió un año después
y que ella prometió
que no lo descolgaría ya.
Que allí fue donde descubrí quién sería.
Le diré que me perdone por la visita,
que me disculpe con su familia.
Me despediré y me iré.

jueves, 24 de enero de 2013

Tampoco se hubiera levantado


Se paró en diez y agitó los brazos en el aire,
por encima del mundo,
sobre su cuerpo,
en el momento de la noche que
había estado esperando
a lo largo del día.
Pero aquel hombre podía haber contado hasta
treinta y tampoco se hubiera levantado.

sábado, 19 de enero de 2013

Qué sabra él lo que es el honor


Qué sabrá ese tipo lo que es retroceder
o defenderse
o lo que es un hombre cobarde
o uno que busca impulso al fondo del alma.
Qué sabrá lo que es ser mayor
y perder rapidez
y no conocerse
y no querer darse uno cuenta
de que el calendario
ya no es el mismo calendario
y de que hay muchachos
ahí fuera que podrían ser sus hijos.
Qué sabrá lo que es no aceptar la realidad,
lo que significa que te duelan las articulaciones
una por una
por turnos durante todo el día
y que el cuerpo no responda
a los calmantes.
Qué sabrá lo que es levantarse
cuando él duerme
porque los músculos están dejando
de ser músculos
pero las facturas siguen siendo facturas.
Qué sabrá lo que es luchar
sentado ahí,
fumando, con su libreta
y los ojos esperando sangre
de otros hombres.
Qué sabrá lo que es vivir
cuando miras al futuro
y nadie dice ya tu nombre.
Qué sabrá lo que es caer
y rezar para que tu cuerpo
se vuelva a levantar,
aunque hayan contado ya hasta diez.
Qué sabrá él
lo que es el honor
para escribir en su periódico,
a tres columnas,
que lo perdí
y que no sé dónde encontrarlo.