martes, 4 de diciembre de 2012

Aquellos eran nuestros caballos

Si decían que nuestros caballos eran pequeños y feos,
que no eran caballos guerreros,
 que con aquellos animales no se podían ganar batallas,
 era solo porque no habían visto nunca
como se reflejaban en los ojos de nuestros enemigos.
Aquellos caballos eran como nosotros y nosotros como ellos.
Aquellos, maldita sea, eran nuestros caballos.
 Y por supuesto morirían con nosotros.

martes, 27 de noviembre de 2012

Volveremos

Volveremos a ese lugar,
donde una vez ya fue.
A esa montaña, a esa playa, a aquella terraza
y la misma botella de vino.
A donde te escondiste la noche que empezó a no ser.
Volveremos, quizá, a la habitación que conquistamos,
 a la sábana que abandonamos,
 a la ventana con vistas a otras vidas.
Volveremos un día, sin darnos cuenta,
a encontrarnos al final de una lista de la compra
con letra apresurada, cervezas, pan y leche.
Volveremos a mirarnos a los ojos,
ya sin el hoy, una vez,
cuando el mañana deje de ser solo ayer.

sábado, 6 de octubre de 2012

Going home, Leonard

Si hago lo que diga. Si repito lo que escucha. Si se vuelve a casa sin pensar en nada más. Si lo canta en un murmullo. Si no me engaña ya. Si se quita su sombrero y se marcha sin mirar. Si me dice que mañana será ayer. De verdad. Si los chicos no lo dudan. Si la muerte no lo intenta ya tocar. Si me quiere y no lo dice. Si me quiso de verdad. Si aquel beso fue el final. Si lloramos como un mar. Si se apaga la botella. Si no llega nadie más. Si amanece, aunque no quiera. Si ha olvidado su chaqueta. Si se cierran sus pestañas. Si no me he visto rezar. Si me quitan de las manos su verdad. Se arrodilla ese bastardo con un traje. Y no queda nada más.

lunes, 5 de marzo de 2012

Murió la ciudad que soñaba

Dos mundos codificados interferían la señal
del transistor que pegaba a mi oreja
para escuchar las noticias que desde aquel lugar
me tenían despierto durante el día.

Tres horas pasaron sin nuevas voces
pero sabía lo que había ocurrido.
No sé por qué lo sabía. No preguntes.
Iba todo tan despacio.

Y el rubor subió a su mejilla cuando
expliqué, con el detalle del cirujano,
todos los entresijos de aquella encrucijada,
como si yo fuese el estratega.
Pero lo conocía.

En babia por las torres caídas de Babelia
me quedé sin saber entonces qué responder
cuando me preguntaron por qué.
Murió la ciudad que soñaba. Lo sé.

domingo, 1 de enero de 2012

A espada

Uno, dos, tres...
contó hasta diez los pasos,
mirando la punta de los zapatos
y un palmo de tierra por delante.
Al décimo se giró.
Cuando escuchó
aquel ruido
mientras veía aquellos ojos
a veinte pasos
de distancia
sólo pudo pensar
que se había equivocado.
Debía haber elegido a espada.