Uno, dos, tres...
contó hasta diez los pasos,
mirando la punta de los zapatos
y un palmo de tierra por delante.
Al décimo se giró.
Cuando escuchó
aquel ruido
mientras veía aquellos ojos
a veinte pasos
de distancia
sólo pudo pensar
que se había equivocado.
Debía haber elegido a espada.
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