Su primavera me trajo tormentas
de flores al final de aquel otoño
cuando vivir trataba de las rentas
que me quedaban del último sueño.
Dispuesto estaba a soltar lastre,
empezar a aprender a olvidar
queriendo traje y vida cambiar
matando al mensajero y al sastre.
La primavera estaba en sus besos
suplicando a gritos silenciosos
que sus años de más fuesen ya menos
largos que el invierno de mis versos;
y que siguiésemos, como tramposos,
viviendo octubres de abriles llenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario