Soy yo del revés
el mismo que mira en el reflejo.
He ganado peso. Lo dijo la báscula.
Lo veo por encima del calzón.
Y el flequillo con la raya contraria.
Cazo el aire y me devuelvo el golpe.
Detrás, sombra de ladrilllos
y una tubería al descubierto,
junto a la camilla,
por encima de mis zapatos limpios
y mis pantalones doblados.
Soy yo girado
el que me mira con las venas
huyendo por el cuello.
Las cejas levantadas.
Los dientes apretados.
El mismo que mueve los pies y
cuenta las pedaladas en el cristal.
Soy yo quien suda más allá,
los hombros caídos
los ojos entrecerrados,
los puños abiertos aún.
Me miro y no me veo.
He perdido rapidez.
Lo sé. Si agito las manos a la altura
del pecho
puedo contar los jabs.
Antes no.
Al otro lado soy yo quien observa
tras un giro de 180 grados
con los párpados cambiados
y la cicatriz al otro lado.
Soy yo quien sabe,
desde este rincón,
que cuando lleguen los golpes
uno de los dos será cristal.
Pero no sé cuál.
No hay comentarios:
Publicar un comentario