lunes, 13 de diciembre de 2010

Se va Enrique Morente

Para él amanecía cuando el sol ya anuncia su descenso,
el almuerzo se servía a las cinco en punto de la tarde
y los pucheros de Aurora eran bandera.
Del Albaicín viajó hasta el mundo,
billete de ida y vuelta,
cante y morteros.
Y cuando se recluía en el sótano,
con los nietos corriendo por el techo,
podía terminar haciendo misa,
pisando el acelerador de la distorsión
o afeitándole a navaja la barba a un tal Picasso.
Le salían los discos de la chistera,
melena de leónidas,
último espartano del flamenco
a vuelapluma
y biblioteca alejandrina.
Se va Enrique Morente.
Desde Madrid,
donde hoy las ovaciones
sólo abren puertas grandes
en las morgues;
mientras desde Granada
viaja con viento sur de otoño
rumbo hacia el norte
el gorigori
de una casa de Bernarda Alba
en overbooking.
Y yo me quedo,
jodido y descompuesto,
con una invitación pendiente
para compartir albóndigas
y un rato de sus tiempos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario