sábado, 11 de diciembre de 2010

Queda solo media hora

Queda solo media hora y
ya no puedo hacer nada con los dedos.
Sudo y miro al techo.
Ella deambula de un lado para otro,
hablándome de refilón,
sin esperar respuesta,
comentando que su madre
está cada vez más sorda y que su padre
ha prometido escuchar lo que pase por la radio.
Coge mi camisa y vuelve a colgarla en la percha,
uniendo los botones uno a uno,
cada uno con el que le corresponde.
No como yo hice.
Estiro los brazos,
tenso los antebrazos
y me sostengo de puntillas
hasta sentir el dolor en los gemelos.
Ella habla de una casa en las afueras
donde no sé quién se ha ido a vivir
y de un lago donde en verano hay
una barca y se pescan peces enormes.
Junto las manos.
Después golpeo el aire,
suavemente,
sólo marcando el gesto.
Y me miro al fondo en el espejo,
en el hueco entre su cuerpo y sus brazos,
que ha levantado frente al cristal
para pellizcarse los pómulos
y empujarlos con las yemas de los dedos hacia arriba.
Lleva semanas diciendo
que se está haciendo mayor
y se le están desplomando las mejillas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario